El Municipio

HISTORIA

Los orígenes de Torres se remontan al Paleolítico superior. Las primeras viviendas se hallaban en el Cerro del Morrón, donde los torreños de la Prehistoria encontraron unos refugios que transformaron en casas.

Otro de los asentamientos que eligieron los primeros habitantes de la localidad fue el Cerro Alcalá, denominado Ossigi. En la gran altitud del Cerro Alcalá (687 metros), los habitantes descubrieron una buena defensa natural ante posibles invasiones. Este hecho permitió que los asentamientos continuaran hasta la época íbera, momento de gran esplendor para este Cerro ya que el recinto fue fortificado e incrementó considerablemente su población.

Tras el desembarco de las legiones romanas en Ampurias en el 218 a.C., los romanos ocuparon todo el litoral mediterráneo llegando a la provincia de Jaén atraídos por las posibilidades económicas que las minas y los campos le ofrecían. En esta época Ossigi adquirió una gran relevancia y llegó a tener una extensión aproximada de 10 hectáreas.

Ya en la Edad Media, a partir de 1212, año en el que tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa y Castilla empezó a controlar Andalucía, dio comienzo la crisis del imperio almohade. Una vez que los musulmanes conquistaron Baeza, hacerse con el sur del Reino de Jaén no les resultó difícil. Desde la conquista de Torres y hasta 1285 el territorio estuvo integrado en el alfoz baezano.

La figura de Francisco de los Cobos fue sin duda una de las más influyentes del siglo XVI. De origen ubetense, en 1475 compró las villas de Torres, Sabiote y Canena. La compra del pueblo de Torres, valorada en 21.796.316 maravedís, incluía también la mitad de Canena. Esta adquisición le otorgaba la autoridad para gobernar, ejecutar las leyes y disfrutar de los monopolios. Al morir Cobos, su viuda se hizo cargo de sus propiedades desde el palacio que poseía en Valladolid, pero los problemas se agravaron hasta tal punto que se vio obligada a firmar una Concordia con Pedro de Palomares en nombre del Concejo de la villa.

El descubrimiento de América también afectó a Torres. El atractivo que ofrecían las entonces denominadas Indias hicieron que al menos cinco vecinos, ya fuera por cuenta ajena o como criados, se lanzaran a la aventura.

Durante el siglo XVII, el paso del reinado de los Austrias a los Borbones fue complicado. Tras la muerte de Carlos II, el último Austria, se originó un problema por sucesión al trono, ya que éste no dejaba descendencia. Este conflicto desembocó en una guerra a la que los habitantes de Torres se negaron a ir debido a que en su mayoría padecían enfermedades.

A pesar de todas las adversidades a las que el pueblo de Torres se ha tenido que enfrentar a lo largo de los siglos, los torreños han conseguido superarlas y sobrevivir a las diferentes épocas de la historia. La población fue creciendo –con sus idas y venidas- y gracias a la riqueza de sus pastos y montes, la gran extensión de tierras fértiles y el importante desarrollo agrícola y ganadero, Torres se ha convertido en una de las localidades más importantes de la Comarca.

SITUACIÓN

Torres está emplazado en la parte norte de Sierra Mágina, a las faldas del Cerro de la Vieja. La localidad –elevada a 888 metros sobre el nivel del mar- se extiende por el valle del río Torres y está delimitado por las cumbres de Sierra Mágina, Almadén, Cárceles, Morrón y Aznaitín. Torres ocupa 8.048 hectáreas y limita con los municipios de Jimena al norte, Mancha Real al oeste, Albanchez de Mágina al este y Pegalajar y Cambil al sur.

El escenario en el que se ubica es en su mayor parte terreno forestal, en el que la abundancia de agua y las zonas de vegetación arbórea –donde predominan los pinos y encinas autóctonos– hacen de este pueblo el lugar ideal para disfrutar unos días solo o en compañía. Además del cultivo del olivar, como es característico en toda la provincia, también hay que destacar el del cerezo.

Si nos dirigimos al pueblo a través de la carretera de Mancha Real, gozaremos de un paisaje de campiñas de olivares hasta que unos enormes arcos en los que parece colgarse la Iglesia Parroquial aparecen en el horizonte para indicarnos que ya estamos cerca. En la cima del caserío, aún se observan los restos de la fortaleza de los calatravos y del recinto amurallado que rodeaba al centro del pueblo en la época medieval. Al lado, se dibuja el entramado urbano de casas blancas asentadas en calles empinadas, jalonado por pilares de los que brotan agua y nos hacen recordar que la historia de Torres siempre ha estado ligado a ella.

Entre los monumentos que son de visita obligada se encuentran la Parroquia de Santo Domingo Guzmán, construida en el siglo XVI; el reloj de la Muralla, de 1933; ‘La Puente’, construida por Andrés de Vandelvira en 1565 para acceder a Los Molinos; o el Palacio de los Marqueses de Camarasa, también conocida como Casa de los Cobos, cuyo origen se remontan a 1565 y fue declarada monumento histórico artístico por la Dirección General de Bellas Artes.

CLIMA

Situado a 888 metros del nivel del mar, Torres goza de un clima Mediterráneo con una temperatura media anual de casi 16 grados. Es característico de este tipo de clima que se den grandes diferencias en las temperaturas extremas a lo largo del año. Sin embargo, a pesar de que los inviernos son fríos -pudiendo bajar de los 0 grados-, los veranos no son tan calurosos como ocurre en el resto de la provincia.

Aunque en ocasiones el termómetro puede alcanzar los 38 grados a lo largo del día, las noches suelen ser mucho más frescas. Por lo tanto, si va a visitar el pueblo en verano no olvide echar en la maleta algo de abrigo además de su gorra y sus gafas de sol.

Las precipitaciones se registran en otoño, invierno y primavera, con una media anual de 700 milímetros cuadrados. Puntualmente, se dan tormentas torrenciales que ya han marcado la historia de esta localidad.

Desde el siglo XV, se han documentado fuertes tormentas que han provocado importantes daños tanto materiales como personales. Los más significativos ocurrieron en 1843, cuando las aguas torrenciales que cayeron el 1 de septiembre -festividad de San Gil- y la crecida de los cauces dividieron al pueblo en dos y arrastraron 55 vidas humanas hasta la muerte. De esta manera quedó configurada la emblemática Rambla de San Gil, lo que ahora es todo un símbolo para el pueblo.